57 14 23.58N, 04 32 26.13W
Llegamos a Inverness una tarde lluviosa de un 25 de agosto de 2009. La capital de las Highlands era una ciudad pequeña que servía de albergue a todos aquellos que se acercaban hasta las tierras altas de Escocia para ver a Nessie. A pesar de seguir en verano, hacía frío y a las seis de la tarde ya era casi de noche.
Habíamos viajado en coche desde Edimburgo y, a pesar de haber tenido viaje suficiente para llamar y reservar habitación en alguno de los hostels de la ciudad, llegamos allí sin reserva y con la esperanza de que algún B&B tuviera habitaciones.
Sin embargo, a pesar de ser una capital, Inverness era una ciudad bastante triste y apagada. Puede que la lluvia no invitase a salir a recorrer sus calles, pero por ellas a penas se veía gente. La mayoría de los viandantes estaban todos parados frente a una pequeña iglesia en la que tres escoceses tocaban la gaita, mientras que dos chicos de origen hindú tocaban los bongos. Se trataba de una boda entre un escocés y una india, por lo que resultaba gracioso ver a todos los invitados, tanto escoceses como hindús con kilt y los típicos complementos tradicionales; Las mujeres, en cambio, vestían elegantes túnicas típicas de la india. Aquella mezcla de culturas, de invitados y de música se convirtió en un espectáculo que atraía a todos los que por allí pasaban.
De camino al hostel nos encontramos con un restaurante español “la tortilla asesina” sin sorprendernos lo más mínimo, ya que desde que habíamos salido del coche no habíamos hecho más que cruzarnos con turistas españoles en nuestro camino.
Una vez llegados a la playa, paramos el coche y nos pusimos el bañador. La playa estaba desértica, ningún turista había llegado todavía, aunque lo que más nos sorprendió es que en la hora que debimos de estar allí parados sólo llegaron un par de coches más. No era una zona muy transitada para ser un destino que parecía de lo más turístico.
Una vez tuvimos los vaqueros, el jersey y el abrigo puesto, nos llamó la atención la vieja caravana que se encontraba a nuestro lado aparcada. La puerta estaba abierta y en su exterior había una mesa llena de figuritas de Nessie con un cartel con el precio de cada una. Nos acercamos a mirar aquellas figuras cuando, al lado de la mesa, pudimos ver una noticia que hablaba sobre el inquilino de aquella caravana.
Aquel hombre, que vivía allí desde hacia algo más de veinte años, pasaba ya la mediana edad, era frío, de pocas palabras y no parecía muy amigable. Cuando nos acercamos a preguntarle acerca de su vida, corrió a esconderse en su caravana. Esperamos un rato largo a que saliera para que al final sólo quisiera indicarnos dónde se encontraba la estatua de Nessie.
Seguimos conduciendo por la orilla del lago, sin apenas ver nada de la cantidad de vegetación que se abalanzaba sobre la carretera, hasta llegar a una pequeña área de servicio en donde proyectaban la historia del Lago Ness. Aunque muchos escoceses insisten en que es cierto que Nessie vive en aquellos casi 40 Kilómetros de longitud y 2 kilómetros de ancho, para otros la la explicación es que los dos hombres que aseguraron ver al monstruo habían ingerido grandes cantidades de Whisky y que habrían sufrido algún tipo de alucinación.
Para entrar al castillo había que pagar, aunque las vistas eran impresionantes. Quizá esta sea la única parte turística del Lago Ness, ya que el resto de orillas, playas y carreteras que lo rodean están prácticamente desérticas.
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